Friday, November 19, 2010

Mi amiga la muerte

Siempre le he tenido pavor a la muerte, pero estos días sucedió lo contrario, quería que la muerte viniera por mi abuela, pues el sufrimiento por el que estaba pasando era insoportable.
He vivido una lección de vida sin precedentes, realmente valoré a mi familia como nunca lo había hecho y ahora me ha invadido un amor por mi madre desbordante.

Me remontaré a lo sucedido en días pasados, mi abuela sufrió una caída que le provocó una fractura de fémur, estuvo tres días en la sala de urgencias (porque en el “bendito” IMSS no podían atenderla) pero estando ahí me di cuenta de algo que me sorprendió, el pueblo no tiene voz, ni voto cuando se trata de salud, nunca lo ha tenido. Junto a nosotros se encontraba una señora que llevó a su marido por que se había fracturado las dos muñecas en su trabajo, pero no le decían nada, no le permitían verlo, ni sabía siquiera cómo se encontraba de salud. Y como ella cientos de personas frustradas y desesperadas por la impotencia de no ver a sus seres queridos.

Tres mil doctores revisaron a mi abuela, sin dar un diagnóstico certero, cuarenta mil enfermeras le revisaron la cadera, veintemil trabajadoras sociales nos interrogaron sobre su pasado y sin embargo, no pasó nada.

Si no fuera por el escándalo que armó mi tía, mi abuela se hubiera quedado en urgencias 5 días más con la pierna rota, y eso me recuerda cuando yo me safé la rodilla, estuve tres horas esperando a que un doctor “bien preparado” me atendiera, porque los que me habían ya revisado seguro compraron el título en Santo Domingo.

Y aunque hicimos el escándalo, no pasó nada. Simularon que ya iban a atenderla como se merecía, pero ¿cómo se merece una mujer de 91 años pasar sus últimos días? ¿en un hospital de mala muerte? ¿Sin ver a sus seres queridos? Me pregunto si esto sucede en todos lados o sólo en países tercermundistas dirigidos por robots, ni siquiera por humanos. Cuáles humanos si cuando pedimos al doctor que revisara a mi abuela dijo que iba por el estetoscopio y nunca regresó.

Mi abuela murió de complicaciones después de la operación. De hecho teníamos mucho miedo que se quedara en la anestesia, pero después de investigar, el riesgo no es la operación si no lo que conlleva la misma y más siendo una mujer de 91 años. Por eso la ignorancia me molesta, si hubiera sabido, por supuesto que no la operamos, si hubiera sabido por supuesto que pido al doctor mucho mayor explicación del diagnóstico y el tratamiento, pero no sé si es la ley de la vida que no nos permite valorar las cosas si hasta que las perdemos.

Me siento triste, no tanto como cuando murió mi papá, y no porque no sintiera el mismo amor por mi abuela, sino porque mi corazón ya está bien entrenado para la muerte, aquella a la que le temía hace unos años, pero que ahora espero que me haga los mandados.